Prefieren creer a juzgar

Como todos prefieren creer a juzgar, nunca se juzga acerca de la vida, siempre se cree, y nos perturba y pierde el error que pasa de mano en mano. Perecemos por el ejemplo de los demás; nos salvaremos si nos separamos de la masa (Séneca, Sobre la felicidad)


domingo, 17 de diciembre de 2017

Isaías, Bloch, Moltmann y Sharit, pasean por Sevilla la víspera de un 18 de diciembre

Según el calendario íntimo de esta achacosa Ciudad, mañana es el día de la Esperanza. Otros años, en la tarde de su víspera, en lo que dura mi ir por los extintos conventos de San Agustín, de Santa Justa y Rufina y de San Basilio, me había gustado fantasear con la compañía del profeta Isaías, del filósofo Bloch y del teólogo Moltmann. Qué dirían ellos, cuál sería su comentar, de este rancio lugar en el que todo lo que al hombre más falta le hace para vivir halló una hechura hermosamente barroca: Amor, Paz, Salud, Socorro, Perdón...


Cuál no ha sido mi sorpresa cuando este año Tali Sharit se ha unido a la cita. Qué caras las de Don Isaías, Don Ernesto y Don Jorge mientras oían a Doña Rocío explicar que la esperanza es una obstinación, mejor, una consecuencia de la obstinación de la Vida en Vivir. Su pertinacia es tanta que la Vida incluso es capaz de funcionar con desarreglo con tal de subsistir.

Qué caras las de Don Isaías, Don Ernesto y Don Jorge mientras oían a Doña Rocío explicar que el giro frontal inferior del hemisferio cerebral izquierdo se ha vuelto más perezoso que su gemelo derecho al efecto de la dopamina que los ganglios basales generan para que nos enteremos de que las cosas son peores de lo que suponíamos.

La Vida es como aquél tahúr que trampea consigo mismo jugando al solitario. ¿Por qué el giro frontal inferior derecho, a donde va la dopamina que los ganglios segregan cuando el mundo no defrauda, sino iguala o supera, nuestras expectativas, es más diligente y raramente remolonea?

El cerebro lleva mal las cuentas de lo que perjudica a la Vida y bien las de lo que la beneficia. El efecto de este desarreglo aritmético es la esperanza. Quizás gracias a este desajuste bioquímico sea posible esa locura con la que los dioses bendecían a los humanos a los que más amaban. Porque, si la Esperanza es el preludio de la Acción en que nos hacemos, su contrario, la desesperanza, es el preludio de la Inacción en que nos deshacemos.