En memoria a todas las víctimas inocentes que murieron cada vez que Europa, acobardada ante fanatismos foráneos, se enrocó en el desistimiento de ser Sí Misma.
Zeus se revistió de la apariencia de un hermoso y manso toro blanco para seducir primero y luego raptar a la joven Europa, a la que llevó hasta la isla de Creta, en donde la agasajó con varios presentes, entre ellos la protección de Talos, el autómata que Hefestos con la ayuda de los cíclopes había fundido en bronce.