Prefieren creer a juzgar

Como todos prefieren creer a juzgar, nunca se juzga acerca de la vida, siempre se cree, y nos perturba y pierde el error que pasa de mano en mano. Perecemos por el ejemplo de los demás; nos salvaremos si nos separamos de la masa (Séneca, Sobre la felicidad)


lunes, 21 de julio de 2025

Puntos suspensivos

 "El Renacimiento no puede considerarse como mera antítesis de la Edad Media ni tampoco como territorio fronterizo entre los tiempos medievales y los modernos. De las líneas que separan la cultura medieval de la cultura más moderna de los pueblos de Occidentes algunas discurren entre la Edad Media y el Renacimiento, otras entre el Renacimiento y el siglo XVII, otras atraviesan el corazón mismo del Renacimiento, mientras otras datas del siglo XII y otras no aparecen hasta el XVIII".

(J. Huizinga, El problema del Renacimiento)

La innovación tecnológica es el gran acelerador, el mayor precipitador, de la Historia. Siempre que una tecnología poderosa irrumpió en la Historia, Ésta se echó a correr, buscando, abriendo, horizontes nuevos.


Así pasó con el fuego, con la agricultura, con la escritura, con la espuela, con el astrolabio, con la pólvora, con la imprenta, con la máquina de vapor, con la electricidad, con la fusión nuclear y últimamente ¡con Internet!

Habrá quien opine que esa gobernanza de la Historia le corresponde a las creencias más que a la tecnología. Es indudable la importancia histórica de la invención de los dioses, de la vida de ultratumba, del alma, de la libertad, de la propia dignidad y de cuantas otras instituciones, valores, expresiones artísticas y usos y costumbres, estas creencias, de raíz religiosa, han inspirado y suscitado, multiformemente, a lo largo de la Historia.

Sin embargo, la controversia entre creencia y técnica -por la gobernanza de la Historia- es artificial porque tanto la creencia (el hombre que fabula, que de palabra hace existir a alguien que verdaderamente no existe) como la técnica (el hombre que fabrica, que de obra hace existir algo que naturalmente no existe) nacen del mismo impulso creador del hombre, quien, inexplicablemente, a diferencia de los otros animales, se ve forzado a tener que hacer su vida y su mundo.

La humana, una especie mal dotada para la vida y, en principio, fácilmente extinguible, convierte su menesterosa condición natural en prodigiosa autopóiesis: en la inusual capacidad de autocrear su vida, a la que con la invención de la creencia le busca un sentido, y su mundo, al que con la invención de la técnica pone provechosamente bajo su control.

Por tanto, creencia y técnica son las dos caras de la misma moneda, ejercicios distintos, pero homólogos, del mismo conatu essendi en que la vida del hombre arduamente consiste. La creencia es verba y la técnica es facta.

Así, igual que no cabe cuestionar que la invención de la religión ha constituido, durante decenas de miles de años, el horizonte, es decir, el cierre categorial, de la vida del hombre, tampoco cabe cuestionar la enorme agitación y repercusión que ciertos hitos técnicos, los más poderosos, han causado en la Historia, en el bienestar de las sociedades y además, quiero enfatizar, en las creencias capitales: primero del hombre estrictamente europeo y luego genéricamente occidental, a partir del S. XVI.

De hecho, este momento de la Historia, primer cuarto del S. XXI, con todo lo que científica y tecnológicamente ha traído y preconiza que está por llegar, no es más que otra “línea fronteriza” en el tránsito del Mundo Religiosamente Encantado, de plena vigencia hasta el S. XVI, al Mundo Tecnológicamente Encantado, el cual, pese a su casi medio milenio de recorrido, a día de hoy no parece estar más que en su temprana alborada.

Así, puede que la irrupción de este Mundo Tecnológicamente Encantado haya cogido de imprevisto al hombre de la calle de hoy y piense que el Futuro, ombliguistamente, ha empezado con él mismo, pero se equivoca, porque solo se trata de otro jalón en el tránsito del Mundo Encantado de antes al Mundo Encantado de ahora.

Quizás el primer hito fronterizo de esta transición se remonte a 1543, a la publicación póstuma del De revolutionibus de Copérnico. Y quizás los dos últimos se hayan dado cita muy recientemente, en octubre de 2018 y en noviembre de 2022: respectivamente, el nacimiento en China de Lulu y Nana, dos bebés cuyos genomas previamente al nacimiento habían sido editados y convenientemente reescritos, y el lanzamiento al público general de Chat GPT, un bot conversacional de lenguaje natural capaz de deep learning.

Y entre ambos extremos, sin ánimo de exhaustividad, cabría señalar otras líneas fronterizas, cada cual más importante, tales como en 1604 la definición de la primera ley del movimiento por Galileo; en 1859 la publicación del Origen de las especies de Darwin y en 1900 la de La interpretación de los sueños de Freud; en 1888 el descubrimiento de la neurona por Cajal; en 1928 el hallazgo de la penicilina por Fleming; en 1936 el algoritmo de la máquina de Turing; en 1953 el descubrimiento de la estructura del ADN por Crick y Watson; en 1989: la invención de la World Wide Web

Mustafá Suleyman, para referirse al momento actual, habla de la ola que viene. La inteligencia artificial, la biología sintética, la nanotecnología, la informática cuántica y la robótica, constituyen un enjambre de tecnologías generales, de enorme impacto, a resultas de las cuales, él sostiene, el Mundo será radicalmente otro.


Sin duda, esto será así, guste o no, y el apogeo de esta pleamar, como Suleyman pronostica, será inminente, sucederá en cuestión de unos pocos lustros, pero antes sucedió que, durante casi medio milenio, las olas iban llegando a la orilla, y una tras otra, cada vez más rápidas y virulentas, fueron erosionando, tragándose, el Mundo de los Encantos Religiosos y a la vez favoreciendo el surgimiento de una nueva creencia fundamental:


No hay otra vida pero sí es posible la mejora indefinida de ésta, para lo cual, el concurso de la tecnología es indispensable, entre otras razones para sostener el ritmo de crecimiento económico que está en la base de esa mejora indefinida. El Mundo actual expide unos cheques de felicidad que solo el desarrollo tecnológico continuo puede avalar.


La tecnología es el principal acelerador de la Historia. La velocidad de innovación y de desarrollo científico y tecnológico actualmente es tal que la Historia parece que se va a romper contra el futuro, especialmente en el último medio siglo. El presentismo, como ideología postmoderna, está siendo reemplazado por el futurismo.


Puede que hayamos llegado al punto crítico de la transición del Mundo Religiosamente Encantado al Tecnológicamente Encantado. Puede que hayamos cruzado el punto de no retorno, que no es posible, ni deseable, volver atrás. Causa admiración y miedo. Suleyman habla de contención, le parece imprescindible, pero la tecnología tiene la misma capacidad de contención que el escorpión de la fábula: ni éste puede dejar de picar a la rana ni la tecnología puede dejar de innovar. Los clásicos decían bonum diffusivum sui; hoy habrá que decir lo mismo de la tecnología, pero sospechando siempre de su bondad, a la cual, el hombre común de la calle ha confiado crédulamente sus esperanzas.


Puede que el hombre pueda crear vida e inteligencia y que él se pueda hibridar con sus creaciones, y que el destino, evolutivamente ciego hasta el momento, le sea más y más disponible. Puede que el hombre, como dice Harari, haya dejado de creer en Dios y empezado a creerse Dios: Homo Deus.


Por el camino, el Estado Nación o se descompondrá o se transformará en AI-tocracía, que dice Suleyman, y la biología será la nueva frontera de la desigualdad entre los mismos hombres que han firmado la Carta de los Derechos Humanos no hace todavía un siglo, y los empleos de base cognitiva, que habían resistido los envites de las anteriores oleadas industriales, serán automatizados, y…

1 comentario:

  1. Me parece muy interesante y sin duda describe una realidad actual. Sin embargo, mientras la tecnología puede ofrecernos un progreso constante la naturaleza humana sigue igual ahora cómo lo fue hace ciclos. La tecnología sí nos obliga a adaptar a nuevas circunstancias y convivir e interactuar de maneras novedosas; pero el ser humano en su más íntimo sigue siendo él mismo.
    Las religiones son universales y responden a una necesidad vital, tanto al nivel de uno como al nivel de grupo. Así, las cosas cambian y no cambian.
    Que las avances tecnológicos proporcionan oportunidades nuevas para que los poderosas aprovechan a los débiles ha sido un hecho a lo largo de la historia. No esperemos mas que pan y circo.

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