Prefieren creer a juzgar

Como todos prefieren creer a juzgar, nunca se juzga acerca de la vida, siempre se cree, y nos perturba y pierde el error que pasa de mano en mano. Perecemos por el ejemplo de los demás; nos salvaremos si nos separamos de la masa (Séneca, Sobre la felicidad)


sábado, 28 de octubre de 2017

¿Nuestro hijos, una nueva generación perdida?: Después de un día como el de hoy en España (y 2)

De las cinco grandes economía de la zona Euro, la única que, según esta previsión, en 2030 no estará entre las diez más grandes economías del mundo es la española.




Somos un país que, de cuando en cuando, se pega un tiro en el pie. Un país que luego pasa una larga temporada cojeando por su historia nacional, hasta que finalmente (milagrosamente) se cura.

Entonces, una vez recuperado de sus autolesiones, España comienza a mostrarse a los de su entorno como un gran país.

Pero, al cabo de unas pocas décadas, la propia España, de nuevo, se encarga de acabar con ese periodo de bonanza socioeconómica y de prestigio internacional y, sin demasiada ayuda de enemigos exteriores, nos sumimos en una crisis nacional.

Una vez por siglo el acorazado Maine se nos hunde en el puerto de nuestro presente, y hacemos una "Crisis del 98".

El precio de esta perversa dinámica lo pagan las "generaciones perdidas".
La Guerra Civil del Treintaiseis dejó en España varias generaciones perdidas, que conocieron el hambre y el analfabetismo. Pero que en una austeridad de vida que hoy nos sería insoportable aprendieron a hacerse fuertes, sobrios y esenciales. Y fueron el impagable poso de la serena masa social que permitió la pacífica Transición de 1975. Quien conoce una vez la guerra, no quiere volverse a encontrar con ella.
Últimamente, la crisis económica del 2007 ha dejado al menos dos generaciones perdidas.
Una generación de jóvenes, que precipitadamente dejaron los estudios para irse al dinero fácil del ladrillo. Sin idiomas y sin más digitalización que la precisa para jugar a las redes sociales con sus teléfonos móviles, sinceramente dicho, nadie sabe qué hacer con ellos.
Otra generación de adultos, a los que la revolución tecnológica los ha descualificado profesionalmente. Irremisiblemente han tenido que bajarse del tren laboral. Y parece que será para siempre (aunque no se les diga).

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Da miedo pensar que el delirio nacionalista catalán y la debilidad de un Estado que más que descentralizado está realmente descoyuntado, represente el inicio de uno de estos ciclos de suicidio histórico en los que España se embarca de cuando en cuando.

Da miedo pensar que esta "batallita doméstica", que gracias a Dios a la Unión Europea no le interesa que se convierta en una balcánica guerra civil ubicada en su frontera sur con el mundo islámico, represente el inicio de un nuevo descarrilamiento histórico como país.

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Pero España no estuvo en la Ilustración. Tampoco en las dos primeras revoluciones industriales. Y llegó tarde a la instauración de la socialdemocracia en Occidente.

España, tiene pinta, de que ahora llegará tarde -y esta vez llegar tarde significa no estar y quedarse en la periferia de la Historia en el albor de una nueva Era- a la Tercera Revolución de las Máquinas, a la Revolución Tecnológica, al nacimiento de una nueva Era en la que sólo tendrá carta de ciudadanía esa minoría selecta capaz de producir el conocimiento y la innovación tecnológica de la que el resto planeta (diez mil millones) del será su "bovinamente usuaria".

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¿Nuestro hijos, nueva generación perdida, como la de sus abuelos?
La pregunta es tan grave que uno no entiende la falta de estatura de estos políticos españoles de 2017, cuya incalificable mediocridad seguramente sea el reflejo de la sociedad que ellos han querido y cómplicemente permitido que lleguemos a ser.
¿Nuestro hijos, nueva generación perdida, como la de sus abuelos?
La pregunta es tan grave que uno no entiende que cuarenta años de democracia no hayan bastado para haber logrado una educación capaz de hacer individuos de verdad libres y aptos para el porvenir.
¿Nuestro hijos, nueva generación perdida, como la de sus abuelos?
Cualquier venidera bonanza -como la económica de estos tres últimos ejercicios con la que nos quieren hacer creer que volvemos a ser un país sólido para encarar el futuro- será coyuntural y pasajera mientras no exista una sólida educación sobre la que sólidamente cimentar el presente.

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